Por: Daniel Uicab Alonzo
Eran los primeros años de la década
de los 70. Gigantescos buques-tanques de Pemex fondeaban en la base naval de
Icacos, en Acapulco, casi besando la playa para descargar en un par de días sus
miles de toneladas de combustibles mientras emergía su impresionante ‘obra
viva’.
Los veíamos desde nuestros
guardacostas de la Armada, con “envidia de la buena”. Muchos deseaban
embarcarse en alguno de esos buques petroleros que entonces llevaba nombres de
presidentes: Guadalupe Victoria, Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas, y
cuyas tripulaciones integraban una veintena de marinos.
Cien mil pesos –se decía– costaba
una plaza en Pemex, que se recuperaban en un par de años, por los sueldos
privilegiados y otras prestaciones a los trabajadores, que se mantienen a la
fecha. Varios buzos de la Primera Compañía de Trabajos Submarinos, e incluso ingenieros
mecánicos navales egresados de la Heroica Escuela Naval escucharon el canto de
las sirenas y migraron a Pemex (otros lo hicieron a la CFE) en busca de mejor
futuro. Lo paradójico: ahora la Marina construye barcos para Petróleos Mexicanos.
Gigantescos buques de Pemex fondeaban en los puertos. |
Eran tiempos del presidente Luis
Echeverría Álvarez; Antonio Dovalí Jaime dirigía la pujante paraestatal, y
Joaquín Hernández Galicia “La Quina” estaba en el apogeo de su poder al frente
del sindicato petrolero fundado en 1935, poder que le duraría solo un par de
sexenios más.
Por esos años, Pemex despuntaba
como la empresa que aportaba mayores recursos a la nación. Apenas en 1971, el
pescador Rudecindo Cantarell había descubierto una mancha de aceite que brotaba
en el mar de Campeche. “Ocho años después, la producción del pozo Chac marcaría
el principio de la explotación de uno de los yacimientos marinos más grandes
del mundo: Cantarell”.
Años después, con el ‘boom’
petrolero, José López Portillo nos exhortaría a prepararnos para administrar la
abundancia del oro negro… que nunca llegó. Lo que sí llegó fue el escándalo de su
amigo Jorge Díaz Serrano, acusado de un fraude por 35 millones de dólares por haber
comprado dos buques-tanques con un sobreprecio durante su gestión al frente de
Pemex… y la paraestatal siguió siendo el arca abierta y la caja chica del
Gobierno y de sus directores...
Todo
lo anterior son acaecimientos, registros de la historia, anécdotas; lo que dicen
hoy Emilio Lozoya Austin, y otros funcionarios del Gobierno, de que Pemex no
está implicado en el mega fraude de Oceanografía, ése es el cuento.
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