Las Fuerzas Armadas han demostrado capacidad para brindar auxilio expedito a la población en casos y zonas de desastre
La Armada en Juchitán, Oaxaca, zona de mayor impacto del sismo. (Notimex) |
Por: Daniel Uicab Alonzo
Los recientes eventos naturales, huracanes y sismos, han puesto de manifiesto la capacidad del Ejército y la Marina para desplegar su multiplicidad de funciones y de medios para cumplir con una de sus principales misiones: ayudar a la población en casos y zonas de desastres. De ahí que no es casualidad que el Gobierno haya encargado a los militares encabezar las acciones para revertir los daños causados por el sismo de 8.2 grados Richter, principalmente, en Oaxaca y Chiapas.
Recordemos que luego del terremoto del 19 de septiembre de 1985, surgió la Comisión Nacional de Reconstrucción, con el objetivo de atender los daños ocasionados por los sismos, y el 6 de mayo de 1986 se creó el Sistema Nacional de Protección Civil, que ha sentado las bases de una cultura en la materia, lo que ha permitido mitigar los riesgos “estando alertas para responder con rapidez, oportunidad y eficiencia ante cualquier contingencia”.
Y es que las contingencias y desastres naturales siempre muestran dos rostros: el de la solidaridad de la población con las víctimas, y el de la ineficiencia de las autoridades civiles para actuar en tiempo y forma en las zonas afectadas, además de la corrupción.
Desde 1966 en que nació el Plan DN-III-E, el Ejército ha demostrado que es la única institución (junto con la Marina) capaz de proporcionar apoyo expedito con personal y equipo especializado. La Armada, con su Plan Marina, ha consolidado este binomio en su jurisdicción.
Sedena y Semar tienen la capacidad de realizar evacuación de personas, instalar y operar refugios, brindar alimentación y atención médica, restablecer las comunicaciones y efectuar vigilancia para evitar saqueos y pillaje. Mientras las autoridades civiles realizan reuniones informativas, hacen sobrevuelos y se toman la foto entregando ayuda, los soldados y marinos protegen los bienes de los afectados y reparten alimentos incluso en áreas de difícil acceso, en ocasiones a costa de sus vidas.
Para cumplir con esta misión, se movilizan tropas, buques y unidades terrestres hacia las áreas críticas; al personal le suspenden vacaciones y licencias y se restringen las franquicias. ¿Alguien se pregunta en esos momentos cómo la están pasando los familiares de los militares, que también son susceptibles de ser afectados?
Personal del Ejército atendiendo a damnificados en Oaxaca. (Notimex) |
Anexo "1"
1985, la tragedia que nos marcó
En ocasión de XXX aniversario de los sismos de 1985, publiqué en mi columna "Acaecimientos" del 18 de septiembre de 2015, lo siguiente:
El 19 de septiembre de 1985, como parte de nuestra formación como futuros oficiales, nos disponíamos a entrar a una conferencia en el auditorio ubicado en la planta alta del Centro de Capacitación de la Armada, en el puerto de Veracruz, cuando a las 07:19 horas percibimos el vaivén del histórico edificio. ¡Está temblando!, dijimos. No recuerdo cuántos segundos duró el temblor pero sí que fue intenso.
La conferencia se suspendió y al paso de los minutos y horas fuimos conociendo la magnitud de la tragedia que marcó un antes y un después para el país. Los compañeros con familia en el Distrito Federal intentaban en vano de tener noticias de ellos. Todos quienes vivieron el devastador terremoto de magnitud 8.1 grados, y sus réplicas, recuerdan esa fecha, aun si no estuvieron en la ciudad de México.
Unos trescientos inmuebles literalmente se desmoronaron ante el embate de la naturaleza, y otros quedaron escorados y con serios daños en sus cimientos y estructura, por lo que fueron demolidos más adelante. Como muchos, el vetusto y sombrío edificio de Azueta 9, sede de la Secretaría de Marina, tuvo que ser desocupado antes de ser derruido.
Oficialmente se reportó que el terremoto acabó con la vida de más de diez mil personas en la capital, aunque la heroicidad de miles de ciudadanos evitó que fueran muchas más las víctimas mortales. Al día siguiente y los sucesivos, los periódicos recogieron dramáticas imágenes de las tareas de rescate de quienes salieron a la calle a retirar escombros con sus propias manos.
La participación del Ejército y la Marina –como de otros cuerpos de seguridad– fue vital para atender la contingencia por el terremoto de septiembre de 1985. Numerosas imágenes en distintos medios dan cuenta de la ardua labor en la que participaron soldados y marinos junto a policías, rescatistas y ciudadanos.
En la Armada de México, el personal fue reconocido mediante la condecoración Operación “Rescate Capital 85”, y si bien casi solo se conoce a los almirantes, capitanes y oficiales que la recibieron, mucha gente de Clases y Marinería participó en esas tareas, a costa de sus vidas y brindando atención a los más necesitados en aquellos días aciagos para los capitalinos.
A ellos, la mayoría ya retirados, va nuestro modesto reconocimiento.
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